Violeta Parra
El artista es cuando canta. Ahí es el vaso comunicante de la
voz de la conciencia humana. Cuando es hostigado para que hable en cambio,
tiende a meter la pata, los límites de su propio ser hacen que pierda la
sintonía. Es natural que el ser humano tropiece con la misma piedra una y otra
vez porque se queda en la mente no escucha su instinto, y debe entrar en la
conciencia, no se puede escapar. En Violeta era tan intenso ese influjo de
voces que al año siguiente de escribir Gracias a la vida se suicido. No lo pudo
soportar. Violeta llevaba Chile a todos lados, en Ginebra tenía una cocina a
leña donde ponía la tetera que hervía y hervía lista pa’l mate. Violeta veía y
lo cantaba, tejía con versos y lanas esa voz. No por nada hoy Arauco tiene una
pena escrita a principios de 1960 es la misma pena y la misma piedra. Cuando la
palabra se canta esta bañada con el matiz de la melodía, pero al usarla desnuda
va con todo. Hay que cuidar lo que se dice, honrar el lenguaje, no todos
cantamos. La palabra vibra, esta viva. Hay que dar gracias a la vida, nos ha
dado el sonido y el abecedario, madre, amigo, hermano… gracias a Violeta.
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